PROTOCOLO CIVILIZACIÓN 2.33.41.009-JXy

 Publicado: 29/05/2025

Documento completo — Observador designado

Clasificación: Extinción Exitosa

 

@Ilustración generada con IA creada por Adania Nilsen

I. Transmisión inicial – Ejecución del Protocolo

Los martillos tridimensionales se alzan donde convergen las arterias de esta ciudad artificial. En su centro, donde el concreto hierve de movimiento perpetuo, se cruzan con precisión ritual, formando una X colosal: el sello geométrico del Gran Creador. No son meras estructuras —son las llaves vibratorias que emiten, a través de su fricción constante, la frecuencia exacta para mantener esta dimensión en su forma ilusoria. Una realidad impuesta, moldeada según designios superiores, para que los seres de carne jamás sospechen lo que se oculta tras el velo.

@Ilustración generada con IA creada por Adania Nilsen

La vibración penetra la tierra como un canto mineral, una onda invisible que distorsiona lo real y lo reconfigura según el patrón determinado. Nadie ve los martillos. Nadie escucha su resonancia. No se cuestiona. Salvo yo. Y no porque me lo permitan, sino porque fui enviado a contemplar la decadencia.

Desde lo alto, contemplo la primera fisura en la ilusión.

Primero, las redes de comunicación se disuelven. Las voces digitales se apagan, como si el lenguaje mismo hubiese sido extirpado de sus entrañas. Los ojos humanos, dependientes de la conexión constante, quedan vacíos. No comprenden el silencio. Se paralizan, desconcertados, esperando órdenes que nunca llegarán. Se convierten en presas quietas, listas para ser absorbidas por el colapso.

Luego, cae la electricidad. Las luces tiemblan, parpadean, mueren. Las estructuras —torres, trenes, autopistas suspendidas— se apagan como si exhalaran su último aliento. La maquinaria cesa. El ruido muere. La civilización entera se quiebra como una sinfonía desafinada.

El cielo, hasta entonces indiferente, se desgarra. Nubes de tormenta emiten rugidos ancestrales. Chispas violentas estallan en el firmamento, convirtiendo su extensión en un campo de fuego líquido. No hay descanso entre detonaciones. La atmósfera se ilumina en tonos que no pertenecen a este plano: naranja, óxido, luto.

Fui creado para observar, no para interferir. En los tiempos iniciales, cuando los mundos fueron tejidos con precisión divina, me ofrecí como vigilante. Bajé con propósito. Mis alas eran blancas. Mi misión es preservar el equilibrio, siempre y cuando los seres inferiores acataran el propósito supremo sin desvíos.

Pero ya no son mansos.

Ahora, mis alas están tiznadas por la podredumbre de su aire. El humo de sus ciudades ha impregnado incluso mi esencia. No me duele —eso ya no me es posible—, pero hay algo en mí que recuerda el lamento. Sobrevuelo lo que llaman “cuidad principal”: un enjambre de estructuras repetidas, donde la noche no existe y la vigilia ha sido convertida en rutina sin alma.

@Ilustración generada con IA creada por Adania Nilsen

Desde mi altura, distingo los bordes del mundo. Más allá, solo hay vacío. Y aun si lo viesen, no lo comprenderían.

El Gran Creador ha dado la orden.

Las detonaciones continúan. Las estructuras colapsan como cuerpos vencidos. La sangre de los bípedos estalla sin arte ni propósito. El fuego consume todo. Lo que fue orgullo, es ahora ceniza. La ilusión ha terminado. El infierno no ha descendido. Ha sido siempre su hogar.

Corren. Gritan. Tropiezan unos sobre otros, aferrados a fragmentos de esperanza manufacturada. El suelo se abre bajo los pies, tragándose edificios, vehículos, oraciones. Desde las profundidades emerge el fuego antiguo, reservado para esta hora exacta.

Yo planeo sobre la zona de extinción. Mi energía se desvanece, no por agotamiento físico, sino por la densidad de lo inevitable. Esta dimensión se consume a sí misma. No necesita intervención. Cada explosión borra una mentira, cada grieta revela una fractura moral.

@Ilustración generada con IA creada por Adania Nilsen

Finalmente, los martillos se detienen. Su labor se ha concluido. Ya no necesitan proyectar una ilusión. La farsa ha sido descorrida. Lo real —terrible, crudo, absoluto— permanece.

La humanidad ha sido reseteada. Protocolo 2.33.41.009-JXy: ejecución completada. Cierro el reporte.

II. Transmisión final – Extinción del Ciclo

Tiempo transcurrido desde la ejecución: irrelevante. El tiempo, como todo lo creado, ha sido disuelto.

Donde antes había estructuras, ahora solo quedan las cenizas del diseño. Las formas se deshicieron. Las geometrías se colapsaron. Incluso la idea de permanencia ha sido extirpada del tejido dimensional. El ciclo no solo ha sido interrumpido: ha sido devorado.

El Gran Creador ha autorizado esta transmisión final, no como advertencia, sino como testimonio.

Los martillos ya no vibran. Permanecen suspendidos como cruces fósiles en la cúpula del no-tiempo, símbolos inertes de una era concluida. Su fricción ha cesado. La frecuencia ha sido devuelta al Vacío Primordial. No hay nada que proyectar, porque ya no queda quien observe.

La ciudad ha sido tragada por su propio eco. Lo que comenzó como un colapso sistémico —tecnológico, sensorial, estructural— pronto derivó en una implosión de sentido. Los seres de carne, al ver desvanecerse el mundo al que habían jurado lealtad, colapsaron en su interior. Fueron los últimos testigos de una humanidad que jamás comprendió su rol.

No huyeron. No lucharon. Simplemente… dejaron de creer.

Los últimos núcleos de conciencia colectiva se disolvieron en pánico, regresando a una animalidad desesperada y ciega. El pensamiento se quebró. La memoria se vació. Y entonces, el silencio los reclamó.

No quedan edificios. No quedan nombres. Ni quedan rastros.

El suelo se partió una última vez. Desde las entrañas surgió la Lengua del Olvido: una llama sin forma, sin sonido, sin color, que no quema materia, sino historia. A su paso, las ruinas dejaron de ser ruinas y se convirtieron en negación pura. La tierra se aplanó. El cielo se cerró.

Y lo más profundo: la matriz misma de esta dimensión… se deshilachó.

Ya no existe plano físico, ni vibración, ni tránsito posible. Ninguna puerta puede abrirse desde dentro ni desde fuera. La dimensión ha sido sellada. Se ha vuelto estéril incluso para los dioses.

Como observador, no me corresponde sentir. Sin embargo, en los últimos instantes antes de la disolución, algo me atravesó. Una vibración no programada, ajena al mandato. Algo semejante a un lamento, como si las almas extinguidas susurraran no desde la furia, sino desde una inocencia ancestral, jamás reconocida.

Fue un sonido tan leve, tan… humano, que por un instante deseé no haber visto su final.

Ahora, solo existe el vacío.

Cierre oficial del ciclo: Extinción Absoluta Confirmada, Protocolo Civilización 2.33.41.009-JXy firmado por el Observador, en presencia del Silencio

Fin de toda transmisión.

 

@Ilustración generada con IA creada por Adania Nilsen

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