Los habitantes del silencio - necrópolis del olvido
Publicado: 10/07/2025 @Ilustraciones generadas con IA creadas por Adania Nilsen |
Caminaba por tierras sagradas, y la niebla espesa gobernaba el lugar como una entidad viva, arrastrándose lenta y densa entre las grietas del tiempo. El silencio era opresivo, como si pesados grilletes de hielo hubiesen sido amarrados a mis huesos. Al identificar las primeras estructuras, distinguí antiguos mausoleos, grises y agrietados, cubiertos de polvo, de olvido, de una tristeza que se adhería a la piel como un sudario húmedo.
Grandes murallas emergían ante mí, eran cientos de nichos apilados unos sobre otros, con lápidas fracturadas, erosionadas por el tiempo. No había flores, ni fotografías, ni nombres, nada, solo vacío. Me adentré en el pasillo “El Sol y la Cruz”, ala B allí, un niño moreno se mecía sobre sí mismo dentro de un nicho, su espalda arqueada, sus rodillas flectadas y los brazos envolviéndolas, tenía el cabello corto, negro y ondulado, sus ojos, grandes y cafés, recordaban a los de un gato atrapado en medio de la tormenta. Vestía una camisa roja y pantalones de mezclilla, no debía tener más de diez años.
Le hablé, venciendo el vértigo de lo imposible. Era la primera vez que lograba entablar diálogo con un muerto. El niño, con un acento mexicano tan claro como el temblor de su voz, me confesó su tormento: estaba atrapado, condenado a esperar a alguien que prometió venir a despedirse… su madre, pero ella nunca apareció.
Un dolor agudo se apoderó de mi cuello y mi pecho se contrajo ante esa escena. El tiempo para él carecía de medida, un infierno reducido a concreto y espera. Entonces ocurrió: mis oídos comenzaron a sangrar, una multitud empezó a hablarme al unísono, eran almas atadas a esta tierra maldita, atrapadas en un bucle eterno donde el cementerio se había transformado en un infierno sin llamas, pero lleno de gritos silenciados.
Con cada paso confirmé lo que ya sabía: estaba en México, lo evidenciaban los acentos, las inscripciones casi borradas con las letras “MX” y algunas banderas desteñidas, desgarradas como sus historias. Aquel lugar había sido exiliado del recuerdo humano. No quedaban nombres, ni flores, ni plegarias, solo ruina y abandono; fue condenado a desaparecer, no solo de los mapas, sino también de la memoria de los vivos.
¿Qué valor tiene la vida si nuestro final es el olvido absoluto?
Alguna vez escuché que morimos de verdad cuando la última persona que nos recuerda también parte de este mundo, pero tras ver a esas almas errantes, solitarias, condenadas a esperar en un limbo sin nombre, comprendí que existen formas más crueles de castigo que la muerte. Castigos que se perpetúan más allá del cuerpo, donde incluso la esperanza se desintegra.
Ya nadie me recuerda, no hay amor, mi nombre ha sido borrado, mi alma, anclada al sepulcro, grita sin respuesta. Lloro de impotencia, pero mis lágrimas ya no existen. El tiempo me atraviesa como un viento sin rostro, no hay paz ni hay redención, solo esta necrópolis del olvido.
¿Cuánta oscuridad debe tragar este mundo para que podamos ver la luz?, quizá nunca sea suficiente.
Hacia el norte, al borde del cementerio, encontré una estructura circular en ruinas. Su techo se había derrumbado y las paredes temblaban ante cada suspiro del viento. Me adentré, era un antiguo auditorio; allí, en medio de la desolación, yacían cruces torcidas, imágenes religiosas devoradas por el moho, candelabros oxidados y una Biblia cerrada que nadie más abriría.
La abrí con manos temblorosas, buscando una señal, una palabra; la redención tardía. Pero sus páginas estaban en blanco y entonces supe la verdad más desgarradora: ni siquiera Dios ya recordaba este lugar.
En memoria de aquellos que ya no son recordados.
🌘🕯✨ Si estas palabras te rozan el alma como una plegaria olvidada…
Te invito a seguirme en Instagram: @adania_nilsen
Allí se abre el umbral hacia todas mis moradas digitales.
El abismo onírico de mis relatos y mi nuevo altar visual en YouTube.
🔗 Un solo portal. Muchas sombras por cruzar.
Comentarios
Publicar un comentario